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Melancolía e ironía: la voz de Emmanuel Paredes en Atrabilis

Esta es, suerte mía, la segunda vez que acompaño a Atrabilis para emprender su viaje y, verdaderamente, es un honor que va más allá de lo que podría desear. La primera vez que lo tuve en mis manos, al leer el título, tuve que hacer una pausa para buscar en mi cerebro una definición que no encontré. Atrabilis no es una palabra común. Así que me acerqué al diccionario y la busqué: «Uno de los cuatro humores principales del organismo según las antiguas doctrinas de Hipócrates y Galeno» y «Sustancia del cuerpo humano que, en la medicina antigua, era causante de la melancolía, la hipocondría y la manía», también era llamada bilis negra.

Aún hoy en día se le llama atrabiliarios a quienes padecen de estas enfermedades, dice Wikipedia, mientras yo me pregunto si todavía podemos considerar a la melancolía como enfermedad, con todos los prejuicios que esta palabra conlleva... 

Dejando de lado a aquelles que quieren gobernar las palabras y, por lo tanto, gobernar lo que pensamos, creo que Atrabilis es el título perfecto para este poemario, porque si algo encontramos en estos textos es la melancolía y el dolor por aquel amor perdido.

No quiero saber
de qué color amaneció el cielo
ni qué fecha marca el calendario.
el camino de regreso.
Los días transcurren
anodinamente otra vez:
herida y esplín,
un teléfono que no suena,
una cama helada y vacía.
La soledad
—esa que yo creía
por fin ausente—
siempre encuentra 

Podríamos sentirnos en la tentación de pensar que Emmanuel se refiere a un amor o persona en particular, pero realmente está hablando de «El Amor Perdido» (con mayúsculas iniciales), ese que es bueno, que nos ilumina día y noche, que nos llena, el que permanece, que puedes ser tú, él, ella o quienes llegaron antes (o podrían llegar después).

Y claro, tanto el amor, como el amor perdido son temas que han sido tratados y vueltos a tratar en miles de libros de poesía, porque, como solía decir una catedrática mía, «en literatura no hay nada nuevo». Es decir, los temas sobre los que se puede escribir son finitos, lo que difiere de un libro a otro es la voz. La voz de la o el poeta, esa voz que nos atraviesa, que nos hace reflexionar, que nos hace sentir que se está dirigiendo exclusivamente a nosotres.

Eso es lo que encontramos en Atrabilis, una voz limpia, clara, concisa, de esas que dicen mucho en poco espacio y nos dejan con el temblor en el corazón y la idea de que hemos descubierto el tesoro, la luz, la entrada a los cielos. La voz de Emmanuel:

Suficiente.
No fui.
No soy.
No seré.
La vida sigue, me dicen, 
pero yo ya me cansé de intentar.

Sin embargo, lo que más me ha atraído de los textos de Atrabilis es la ironía, la sonrisa de lado, el hecho de tomar la tradición religiosa impregnada hasta en los huesos de esta sociedad patriarcal, machista, mojigata y conservadora y moldearla (como trataron de hacer con nosotres) para decir lo que se necesita decir:

No creo en Dios.
Yo sólo creo
en la hierofanía
de tus labios.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. 
Amén.

Además, Atrabilis puede verse como un recorrido que nos adentra al bosque que es la poesía de Emmanuel. Si en los primeros textos, que conforman la sección «Desvaríos», conocemos la voz del poeta, en la segunda sección, «Intertextualidades», nos presenta un poco de su genealogía, las madres y abuelas de sus palabras para, finalmente, en la tercera sección, «Elucubraciones», sumergirnos en un juego de palabras que se cruzan con la matemática, la biología y siempre —siempre— la ironía:

Serendipia es:
[...]
Diseñar el modelo atómico gracias a un sistema solar onírico.
Niels Bohr 
Haber dado con el amor sin método, planificación ni exactitud. 
Un poeta ignorante.

Si entras a Atrabilis no saldrás indemne, no serás igual. La voz de Emmanuel se habrá colado entre las palabras de sus poemas y te acompañará. Su ironía jugueteará con tu día a día y sonreirás porque sabrás que un cambio se ha operado en ti. Y allí, amigas, amigues, amigos, es donde reside la magia que están a punto de descubrir.


Susana Álvarez Piloña

Guatemala, abril de 2022



SANTO


Tres veces

me preguntarán tu nombre

y yo lo negaré.


Y luego de apostatar

de tu imagen, de tu existencia,

de tu breve paso por mi tiempo,

vendrá un suplicio de clavos y espinas,

la sangre derramada, el sollozo inquieto.


Mi estigma quedará listado

en hagiografías y martirologios

que hablarán del amor que te profesé.


Peregrinos llegarán de todas partes

para venerar al hombre virtuoso

que nunca jamás te guardó rencor.


Y como una bellísima escultura barroca

        repleta de crueldad innecesaria,

        me verán inmóvil por siglos

—con la mirada hacia el cielo

        y el sufrimiento encarnado—

portando los atributos de mi martirio.


En una mano sostendré la calavera;

en otra, un ramo de azucenas marchitas

y sobre mi pecho, un corazón en llamas.




COTIDIANO

                                A Ida Vitale


No entiendes cómo

pero algo abrasa tus entrañas,

                                    las agosta.

Pierdes alma en lo seco,

en lo que no comprendes,

en la insoportable quietud

del sueño mutilado.


Intentas repetir

el brevísimo instante de la chispa.

Te aferras, como no deberías,

a la tibieza de aquel destello

que un día cegó tu corazón nictálope.


El fuego te llama, pertinaz,

pero estás cansado.

Prefieres convertir grava en légamo,

sorber cada gota fresca,

cerrar cada grieta mínima.


Y entonces,

contra lo urente, manas.

Abandonas tu aridez tremenda,

dejas que un torrente salobre

te humedezca el rostro.


Así huyes

del espanto impreciso.

Renuncias a tu labor de ceniza.

Procuras no volverte polvo

en cada orilla diáfana.


Y un vaho se levanta impune

pues tus lágrimas,

cual minúsculos prodigios,

han cambiado para siempre

la ordenación del mundo.




Próximamente disponible.

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