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Sobre "Santiago, de todos los caballeros", de Luis Pedro Villagrán Ruiz

Luis Pedro Villagrán Ruiz nos obsequia en Santiago de todos los caballeros una narración impecable; llena de tabúes y verdades que la sociedad ha pretendido ignorar; tal como se cubre el sol con un dedo. El arriesgado contenido y la desnudez de un alma atormentada se desvelan con la sutileza de una melodía y la desbordante ira del ser incomprendido.

Santiago –Santi– es un joven católico con sueños y deseos por ser él mismo y por demostrar su devoción a la Virgen de la Concepción, pero sus deseos más íntimos no son del agrado de la sociedad; sobre todo de la Iglesia. La travesía del ser homosexual en un ámbito educativo religioso –en una sociedad que se jacta de sus valores cristianos y autoridades patriarcales– sobrepasa los límites de los derechos humanos.

Un ser «especial», «diferente», «raro», «sensible»... rebelde; y cuantos adjetivos similares existan, siempre estará bajo la mirada del rigor social; precisamente porque rompe los estándares y se rebela ante todo –incluso– ante sí mismo.


Paola Méndez-Moreno

Ciudad de Guatemala

14 de diciembre de 2021


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Cuarta verdad


«vamo’a encantarno’ como perro viralata
soy perra callejera con la popola de raza
te come’ este purina, vamo’ pa’ la perrera
quedémono’ enganchao’en medio de la carretera
estoy en celo, estoy en calor
yo me abro en cuatro patas, ¡métanme un ventilador!
vamo’ pa’ Colombia a capea’ blone’ de sabore’
pa’ cuando te arrebate’ la leche salga en colore’
me pusieron un bozal porque estoy muy animal
tengo la rabia canina calentura vaginal
me tienen que castigar y me tienen que enjaular
porque soy perrita puppy siete Lassies wa wa waaa»
Tokischa



17 calle y 13 avenida. 8 de diciembre, por ahí por finales de la década de 2000. 23:48 horas.

Rezado del pueblo, ahora de la Consagrada, Coronada, Pontificia, Vecina Distinguida, Orden del Quetzal, virgen de Los Reyes (DE ESPAÑA, TÍA, ¡¡HOSTIAS!! ¡DE LA MADRE PATRIA!)


—Tacón, punta, tacón, punta. No te caigas, Yoly, tranquila, que el peso no debe ser

un reto para ti.


Yolanda salió con minifalda, bustier, tacones preciosos y mucha devoción a la Franciscana, la Virgen que por años la ha cuidado de los malos hombres que se aprovechan de su trabajo.

—Vos, Samatha, avisame cuando venga la santa para empezarle a bailar hasta que llegue a la puerta del hotel.

—¡Dale ya, Yoly, corré a la esquina que viene cruzando, pisada.

—Dios te salve, madre linda que cuidas a mis amigas y a mí de los malos hombres que se aprovechan de nuestro trabajo. Gracias, Madre —oraba Yoly mientras recordaba la infancia dura en la que se llamaba Ricardito y su mamá la pencaceaba que era gusto «pa’ que se haga hombre este hueco pisado».

A los 14, Ricardo huyó de su casa y comenzó a vender su cuerpo en la 7.a calle y 3.a avenida de la zona 1, por la Librería Fátima (y la casa de Roberto). Un par de hombres le fisuraron el ano el primer día e hizo cola en el San Juan de Dios, con sangre por todos lados, para que lo ayudaran. 

Nadie reportó nada.

Con el dinero de esa noche pudo dormir una semana en un hotel de Q 30 la noche y comió Tortrix y jugos para ahorrar con los Q 40 que le quedaron. En eso pensaba cuando las andas cruzaron la 13 calle. Ahí tocaron, como siempre, San Rafael. Yoly ya lo sabía y la bailaba: tacón, punta, paso, tacón, punta, paso, vueltas y de nuevo tacón, punta...

Así bailó hasta detener a la Santísima Virgen María a unos metros de la puerta del hotel. Tenía un toro de tres pisos encima, pero como decía, no era un reto. «Cosas más pesadas he tenido encima».

—Samantha, prendeme esta mierda, pisada.

—Ya voy, cerota —indicó Sam, mientras daba dos caladas al cigarro.


pshhhhhhh.... prrrrrtttttttt poc, pum, trac...


Los timbales redoblaron e interpretaron el son ¿Por qué estás brava, María?, mientras Yoly se hacía tres quesos quemando el toro. Mientras tanto, las demás compañeras encendían misiles, bombas, cuetes, volcancitos y demás.

La gente se detuvo a verlas a ellas, no a la Virgen. Porque ellas, para los buenos cristianos, no eran dignas de tales veneraciones.

—Mirá, las putas están quemándole un toro a la Virgen.

—Esa puta se nota que sabe moverse la cerota.

—Señor Presidente de la Cofradía, son mujeres de la vida alegre las que están quemando la pólvora, ¡haga algo! ¿¡Alguien quiere pensar en los niños!?

—Orita lo detengo —dijo la Piggy, y se fue encima de las que quemaban la pólvora. Que no y que no y que no. Que la imagen de la Virgen, que no, que qué era eso.


Mientas tanto, ajena a todo y tras la máscara del toro, Yoly se mecía y lloraba de gratitud por otro año sana, viva y feliz. Por otro año de cuidado, de devoción. De ser quien era y no quien le habían querido imponer. Las mariposas se prendieron junto con los fuegos artificiales que suelen finalizar el toro y se desprendió, de arriba, una foto de María cuidando mujeres. +

Alguien intentó aplaudir, pero lo detuvo la «feligresía». Cuando Samantha se acercó a Yoly para guiarla hacia el hotel, estaba espantada. Algunos les querían pegar y Yoly era un gran riesgo. Además, se había quedado sorda por la quema del toro.

Vio que Samantha la jaló y la quiso meter en el hotel antes de quitarle el toro de encima. Pero Yoly, muy extrañada, se lo quitó de encima de romplón. Cuando el toro cayó al piso, se oyó un gemido de asombro de todos los presentes. A Yoly se le cayó la peluca y reveló su biología.

—¡Era un hueco!

—¡Un trasvestido, péguenle!

—Sí, ¡tal vez así se hace hombre el hueco mierda!

—¿¡Alguien quiere pensar en los niñoooos!?

Ingresaron corriendo al hotel, dejando el toro en la banqueta. Cerraron con llave y, aunque algunos se quedaron gritando y maltratándolas, después de media hora todo estaba en paz. En los años posteriores contrataron a los dealers que les llevaban la coca para que quemaran los toros. Quemada por servicio. Eso, hasta que sacaron a la Señora de su antañón barrio porque «qué feo Gerona, es peligroso y trataron de dañar a la Virgen misma».

Así, desde hace algún tiempo, Yoly, Samantha y sus compañeras no tienen a quien pedirle protección o ayuda, ni a quién quemarle un toro. Y así, poco a poco, las verdaderas devotas y los verdaderos devotos fueron quedándose en el olvido.

La señora que en la 14 avenida le hacía altar a la Virgen, la cuetería de la 16 avenida B y la interminable pólvora de la la 12 calle A... todo eso se perdió. También olvidaron el día que Yoly y sus amigas se rebelaron para demostrar que pudo más la fe que el rechazo. Siempre.

Ahora hay que pedirle al Estado que proteja y cuide sus cuerpos y sus derechos violentados, porque ya vimos que la igle, nel.

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Luis Pedro Villagrán Ruiz - Santiago, de todos los caballeros - Serie Periferia



Disponible en Sophos y Libro Abierto.

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